La técnica

Sobre la tela preparada con un fondo blanco, Acosta Cao esboza su dibujo, el contorno de las figuras y de los demás elementos del cuadro. Sobre los contornos, apenas subrayados, construye el modelado con colores lisos.

En ciertas figuras "disuelve" el color dejando a la vista el grano de la tela, lo que crea un efecto de luminosidad y de transparencia; en otras, aplica una nueva capa encima de la pasta seca para que se extienda mejor el color liso. Deja entrever la tela a través de la primera capa transparente del fondo y de las figuras en el segundo plano.

Los colores de las ropas se resumen al blanco: el color más propicio para el calor del trópico y las religiones afrocubanas donde sus sacerdotes lo usan de pies a cabeza. Las ropas blancas "cantan” sobre el fondo de colores primarios que por momentos se mezclan esbozando la vegetación caribeña.

Antes de comenzar a trabajar: notas y croquis de todo tipo. Pero aquel paisaje de sus inicios, con sus colores francos, ardientes, que deslumbran, y ciegan ha ido desapareciendo. Antes siempre buscaba el monte desde el mediodía hasta las dos... Era tan sencillo pintar tal como lo veía, poner en la tela, sin tantos cálculos, un rojo y un azul. En los riachuelos, las formas doradas; ¿por qué hoy duda en trasladar a la tela todo este oro y toda esta alegría del sol?

Paisajista neto en sus orígenes, desde que la primera figura humana apareció (pequeña) dentro del monte, poco a poco fue ganando en magnitud hasta apoderarse hoy de toda el área. Solo algunas manchas acompañan sus figuras hoy devenido en retratista.

Esa es la razón por la que muchos lo conocen como “el pintor de las mulatas”, mujeres de piel canela resultado del cruce de razas española y negra que se fundieron en el crisol de las Antillas. Mujeres llenas de sensualidad con algo de la ingenuidad propia del “naif” caribeño nos miran con sus grandes ojos rasgados desde sus telas.

Así es su pintura, así nos la entrega.

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